La delegación presidencial de la Región Metropolitana decidió suspender el partido entre Colo-Colo y Universidad Católica tras la caída de una parte del techo del Estadio Monumental.
En estas líneas no me referiré a las responsabilidades de un accidente totalmente evitable, ya me referí a a aquello. Ya todos tenemos nuestras posturas claras, y la fiscalía ya inició el proceso de investigación al respecto. Directamente hablaré de la suspensión.
Ésta semana ha sido muy acontecida en cuanto a eventos públicos, hace menos de 7 días en el Estadio Nacional ingresaron a un evento más de 4 mil personas sin entradas, hubo riñas, hubo ingreso de elementos prohibidos, gente en zonas prohibidas e inseguras, pero la delegación estaba en modo tiktok y cual árbitro del fútbol de barrio tras una patada criminal dijo: «Juegue, juegue». Y se permitió los siguientes concierto, y el siguiente, y si hubiese existido otro, también.
Ahora ocurre esta lamentable situación en el Monumental, donde se contrata un calculista, sí, un especialista, para el análisis de la mejor forma de tener una solución previo al duelo. Se dice que sacando la estructura no habría problemas, los trabajos terminan el día sábado a las 21 horas, sin embargo, deciden suspenderlo de igual manera.
Al partido ya viajaban colocolinos desde las regiones más lejanas, el plantel estaba concentrado, los trabajos a solo horas de terminar, pero aquí no hay espacio para habilitar el desarrollo del evento, porque claro, Colo-Colo no es de Puerto Rico ni canta Reggaetón.
No les interesa el fútbol, no les interesa Colo-Colo, todos los castigos posibles caen siempre. En el titular planteé una pregunta, la respuesta es clara, da lo mismo que en los conciertos pase lo que sea, no hay sanciones, pero si pasa en el fútbol, si le pasa a Colo-Colo, son capaces de pedir que se derrumbe el estadio. El clasismo impera, hoy, como ayer y como probablemente será mañana.